Septiembre 29
Jasikevicius hace temblar a EE.UU. (2000)
9/29/2016 - 9:16 AM
Después del fracaso de Seúl'88 (ver 28/IX), EE.UU. pudo alinear ya en los Juegos Olímpicos a las grandes estrellas de la NBA y con ellas pasearse por Barcelona'92 y Atlanta'96. Sidney'00 parecía que iba a ser la repetición de la historia y de hecho aquel "Dream Team" acabó llevándose también la medalla de oro. Pero antes tuvo que sudar sangre.
JUAN ANTONIO CASANOVA
Muy especialmente en la semifinal contra Lituania, el 29 de septiembre. Un partidazo. A 43s del final, Siskaukas lanzó tres tiros libres. Falló los dos primeros, pero el único acierto puso delante a su equipo (80-81). Después anotaron Carter y McDyess y una canasta de Jasikevicius dejó el 84-83 a falta de 10s. Un segundo después Kidd transformaba uno de los dos tiros libres (85-83). Y entonces Jasikevicius, que aquel verano había fichado por el Barcelona, tuvo en su mano la que habría sido seguramente la mayor sorpresa de la historia del baloncesto, por encima de la polémica derrota de EE.UU. ante la URSS en la final de Munich'72 (ver 9/IX). En el último segundo de un partido brillantísimo para él (27 puntos, con 3/5 en tiros de dos, 5/11 triples y 6/6 tiros libres, más 4 asistencias y 3 rebotes, superando majestuosamente a Gary Payton, Jason Kidd y Tim Hardaway, que no es poco), el genial base lituano, defendido por dos rivales, lanzó un triple frontal que podía dar la victoria a su equipo. Pero la pelota no entró, Saras quedó como un héroe frustrado, desconsolado sobre los rótulos de publicidad, y el 85-83 llevó a los estadounidenses a la final de dos días después, en la que se impondrían a Francia por 85-75.
Vince Carter (18 puntos), Alonzo Mourning (16) y Kevin Garnett (12 más 14 rebotes) fueron las mejores bazas americanas en aquella semifinal inolvidable. Y más que lo habría sido de acertar Jasikevicius con aquel triple que "casi me hace saltar el corazón", explicó Antonio McDyess, que fue quien saltó frente a él para ponérselo difícil mientras, como explicó luego, se repetía a sí mismo "sobre todo, no le hagas falta".
Aquel momento de máxima tensión fue un aviso ("si entra el triple, aquello nos habría perseguido el resto de nuestras vidas", confesó Ray Allen) que EE.UU. no atendió como merecía; de ahí sus sucesivos fracasos en los dos Mundiales (2002, en casa, y 2006, el del gran triunfo español) y los JJ.OO. siguientes (2004). En ninguna de estas tres competiciones llegó a la final.