366 HISTORIAS - 23 AGOSTO
Oscar asalta EE.UU. (1987)
8/23/2016 - 9:45 AM
Indianápolis organizó, de rebote, los Juegos Panamericanos de 1987. Tierra de baloncesto, daba por descontado el éxito de su representación en este deporte. EE.UU. nunca había perdido un partido en casa. Hasta aquel 23 de agosto, en la semifinal contra Brasil, un equipo al que los norteamericanos habían ganado, camino del título, el año anterior en la semifinal del Mundial en España.
JUAN ANTONIO CASANOVA
David Robinson era la gran estrella de los anfitriones. Oscar Schmidt (ver 24/IX), el líder de los brasileños. Había marcado 53 puntos a México. Pero aquel no parecía su día. Empezó fatal y EE.UU. acumuló una ventaja de 20 puntos (62-42) antes del 68-54 del descanso. La final parecía sentenciada. Pero la segunda parte iba a ser muy distinta, porque los brasileños embarcaron a sus rivales en un desafío de lanzamientos muy rápidos, olvidándose de la defensa, en el que sacaron clara ventaja. Con Oscar como protagonista destacadísimo, mientras Robinson, con problemas de faltas, sólo pudo estar 15 minutos en la pista, suficientes para aportar 20 puntos y 10 rebotes. Inútiles a la postre ante la exhibición del alero de Natal en el Market Square Arena. Si en el primer tiempo se había quedado en 11 puntos, en el tercero los triplicó ampliamente, hasta llegar a 46, con un recital de triples (7/15) y de tiros libres (13/15) que dieron la vuelta al marcador y acabaron provocando la enorme sorpresa: 115-120. La primera derrota de los estadounidenses en su país y la primera vez que encajaban 100 puntos. Bastantes más, de hecho. Provocó una verdadera conmoción y extendió la convicción de que sólo alineando a los mejores jugadores, los de la NBA, podrían seguir ganando a unas selecciones que sí utilizaban a sus propios profesionales.
Marcel de Souza, otro grande brasileño, que marcó 31 puntos aquel día (entre él y Oscar se repartieron 55 de los 66 de su equipo en aquel segundo tiempo excepcional), confesó después que para aumentar la presión de sus rivales no dejaban de decirles: "Ya sabemos que sois los mejores". Y Oscar explicaba así la razón de su puntería: "Mi mujer me ayudaba en los entrenamientos, pasándome la pelota quinientas o mil veces cada día. Por eso me casé con ella".
Uno de los mejores tiradores de la historia, Oscar participó en cinco JJ.OO. y en tres de ellos fue el máximo anotador. Fue tres veces campeón sudamericano y dos del Torneo de las Américas.