Raimundo Saporta lo tenía todo bien calculado. Si la selección española, anfitriona del Mundial'86, podía acabar como líder de grupo la primera fase del torneo, en Zaragoza, era muy probable que estuviera en las semifinales, aunque en la segunda fase, en Barcelona, sufriera la previsible derrota ante la URSS.
JUAN ANTONIO CASANOVA
Pero todas las previsiones se torcieron el 10 de julio, cuando el equipo de Díaz Miguel cayó estrepitosamente ante Brasil en el cierre de la primera liguilla.
El juego del equipo, que ya había suscitado bastantes dudas en los partidos anteriores, fue un desastre aquel día. Todo salió al revés. Para empezar, el seleccionador había anunciado un cambio de estilo, con menos triples en vista de su escasa efectividad. Pues sucedió lo contrario: lanzaron mucho más desde los 6,25 m., hasta 28 veces, y sólo acertaron en siete. Primer problema, y grave. Pero no el único. También falló el rebote: 26 españoles y 40 de los brasileños, 19 de éstos en ataque. Un chollo.
Así que el 10-2 fue un espejismo. Brasil mandó siempre a partir del 13-15, con la única excepción de un empate a 29. El público zaragozano, que nunca dejó de animar, ni siquiera después de consumarse el desastre, se ilusionó cuando su equipo recuperó terreno hasta el 56-59, pero no hubo ninguna posibilidad de remontar. Al contrario. Sin hacer un gran partido, Oscar, la estrella del rival, aportó los puntos necesarios (30, pero con un pobre 7/21 de dos) para volver a abrir una brecha que llegó a ser de 18 puntos (66-84).
Sibilio (19) y Josep M.ª Margall (18, pero con un horrible 3/14 en triples) fueron los máximos anotadores españoles.
El definitivo 72-86, que Díaz Miguel achacó en buena parte a la ausencia del lesionado Epi ("con él en la pista el partido habría sido mucho más igualado, y con un marcador apretado creo que habríamos decidido a nuestro favor"), obligaba al equipo a superar cuatro días después a la URSS en el segundo encuentro de la segunda fase, en un partido que arbitró el actual presidente de la FIBA, el francés Yvan Mainini. España mejoró mucho y con 25 puntos del recuperado Epi rozó el milagro ante un equipo que promediaba 111 puntos por partido, pero el rebote y la profundidad de banquillo fueron determinantes para el 83-88, que dejaba ya el quinto puesto como máximo objetivo posible. Y quinta acabó la selección. Brasil, su verdugo, tampoco pudo subir al podio.