La selección española acudió al Europeo de 1991 convencida de que lucharía por las medallas. No era un optimismo desmesurado, ni el reflejo de la alegría por el acuerdo, a última hora, sobre las primas: un fijo de 4 millones de pesetas que pagaba la Federación por participar y un plus del CSD por medalla, de millón y medio por el oro y millón por la plata o el bronce. Fue esto último.
JUAN ANTONIO CASANOVA
Más que optimismo, era realismo. Con sólo ocho participantes en el torneo, que se despachó en una semanita exacta, para estar en las semifinales bastaba acabar entre los dos primeros de un grupo que España compartía con Yugoslavia, Bulgaria y Polonia. Y tan claramente superior era la primera, pese a la ausencia de Drazen Petrovic, como inferiores las otras dos, por mucho que Antonio Díaz Miguel no pudiera contar con Jiménez, lesionado todo el año; Biriukov, Romay ni Ferran Martínez, estos dos lesionados a última hora. En total eran siete los cambios respecto al desdichado Mundial del año anterior.
La competición empezó con derrota ante Yugoslavia (67-76), por culpa de una nefasta primera parte (22-37), a pesar del gran partido de Antonio Martín (18 puntos y 14 rebotes), al que una lesión había impedido jugar el Mundial. A continuación, tremendos e inesperados apuros frente a Bulgaria, que llegó a ganar por 67-77, al que siguió un 12-0, y aún por 92-93 hasta que, a falta de 19s, Martín (19 puntos y 8 rebotes, junto a 32 puntos de Villacampa) transformó un “uno más uno”. Apuros que, en menor medida, se repitieron ante Polonia (73-67) en el cierre de la primera fase, con 23 puntos y 14 rebotes de Martín. El juego mejoró mucho en la semifinal, pero enfrentarse al anfitrión era un grave inconveniente e Italia ganó por 93-90, pese a los 25 puntos de Epi II, los 22 de Villacampa y los 20 y 12 rebotes de Martín.
La competición terminó el 29 de junio, con el partido por el tercer puesto (fácil victoria sobre Francia, por 101-83, con 26 puntos y 16 rebotes de Martín y 25 puntos de Villacampa, que dio a España el primer bronce de la historia) y la final, en la que Yugoslavia superó a Italia (88-73).
Antonio Martín mereció ser el MVP. Permitió a España dominar el rebote en todos los partidos y fue el segundo máximo anotador del torneo, con 21,2 p, tras el inalcanzable Gallis (32.4) y con Villacampa quinto (19,4). Pero el premio parecía tenerlo ya adjudicado Kukoc de antemano.