Nunca había visto vibrar a un país con un acontecimiento deportivo como a Grecia con el Campeonato de Europa de 1987. Dirigida en el banquillo por Kostas Politis y en la pista por el incontenible dúo exterior que formaban Giannakis y Gallis (ver 24/I), la selección anfitriona perdió claramente ante España (partidazo de Montero) y la URSS en la primera fase, pero multiplicó los esfuerzos y el rendimiento en los tres últimos encuentros, los de a vida o muerte, y acabó conquistando el título.
JUAN ANTONIO CASANOVA
En cuartos de final eliminó a Italia (90-78), con 38 puntos de Gallis y 22 de Giannakis. En semifinales, a Yugoslavia (81-77), con 30 de Gallis y 18 del alero Chistodoulou. Un triunfo éste celebrado durante horas y horas por los 16.000 aficionados que habían asistido al encuentro y otros muchos miles que esperaban, sin poder entrar, a las puertas del pabellón de la Paz y la Amistad A las 7 de la mañana siguiente continuaban colapsadas las carreteras de acceso a Glifada, en las afueras de Atenas, donde estaban concentrados los griegos. Para no quedar aplastado por la multitud, Gallis tuvo que disfrazarse de polacía, con pistola incluida. Un éxito que el día siguiente ocupaba íntegramente las portadas de todos los diarios, deportivos o de información general. “Locura”, “milagro” y “oro” eran las palabras más repetidas en los titulares. Y aún quedaba la final, el domingo 14 de junio frente a la URSS.
Fue algo tremendo. Tras un primer tiempo muy igualado (42-41), los soviéticos parecían a punto de imponerse, pero al 81-89 siguió un parcial de 8-0 culminado a falta de 36s por dos tiros libres de un suplente vital aquel día, Andritsos, en la quinta personal de Tkachenko. Un inciso: que nadie piense que hubo encerrona. El arbitraje del canadiense Steeves y el español Sanchís fue impecable.
Los fallos de Valters y Iannou no modificaron el marcador y en la prórroga el héroe inesperado, al margen de los 40 puntos de Gallis, fue Kabouris, un modesto pívot que asumió la plaza de titular junto a Fassoulas por la lesión de Filipou. Dos tiros libres suyos a falta de 4s, tras capturar un rebote ofensivo, pusieron el definitivo 103-101, que desató la locura.
¿Y España? No pudo subir al podio. Apabulló en cuartos a Alemania (107-77), con 33 puntos de Epi II, pero cayó en la semifinal ante la URSS (96-113) y en el partido por el tercer puesto con Yugoslavia (87-98).