366 HISTORIAS - 5 ABRIL
Varajic, 45 puntos en una final (1979)
4/5/2016 - 9:04 AM
Seis años después de que la selección yugoslava lograra en Barcelona su primer título continental, el Bosna de Sarajevo fue el 5 de abril de 1979 el primer club de aquel país que ganó la Copa de Europa.
JUAN ANTONIO CASANOVA
En la final de Grenoble se enfrentó al Emerson de Varese, con el que había empatado (7 victorias y 3 derrotas) en cabeza de la liguilla final. Mirza Delibasic, la gran estrella del equipo bosnio, entrenado por Bogdan Tanjevic, estuvo en su papel: 30 puntos, con 14/23 en tiros de dos. Pero el protagonista principal fue su compañero Zarko Varajic, que con un 14/22 en lanzamientos de dos y un 17/21 en tiros libres llegó a los 45 puntos, que siguen siendo el récord en las finales de la competición. Y entonces todavía no había triples.
El encuentro fue muy equilibrado (45-43 en el descanso) hasta que el Bosna se fue a un 90-77 a 3 minutos del final, cuando el equipo italiano acusó seguramente su excesiva veteranía, y se impuso finalmente por 96-93. Bob Morse anotó 30 puntos y Charlie Yelverton 27. Dino Meneghin, que jugó lesionado, se quedó en 10.
Además de esa Copa de Europa, Zarko Varajic (Niksic, en la actual Montenegro, 26/XII/1951), un alero de 2,02 m. con una muñeca privilegiada, ganó tres Ligas y dos Copas yugoslavas con el Bosna, el único club de su carrera. Con la selección logró la medalla de plata en los JJ.OO.’76 y una de oro (77) y otra de bronce (79) en los Europeos.
En aquellos Juegos Varajic tuvo una presencia testimonial, pues sólo jugó un partido (2 puntos), el de la primera fase ante EE.UU., el único equipo que pudo doblegar (dos veces) a los “plavi”. Pero su presencia en Montreal, la medalla de plata que consiguió allí, daría pie muchos años después a una historia llena de emoción.
En mayo de 1992, Varajic tuvo que abandonar a toda prisa su domicilio de Sarajevo, atacada por las tropas serbias, dejando atrás todas las medallas y trofeos que había conquistado a lo largo de su carrera. Veinte años después, cuando ya lo daba todo por perdido, recibió una llamada de Davor Vasiljevic, que tras largas gestiones había dado por fin con él y pudo devolverle aquella medalla olímpica que su abuelo, coleccionista de todo tipo de objetos, había comprado a un soldado mucho tiempo atrás y un día le entregó para que buscara a su dueño. “No puedo expresar lo que esto significa para mí –dijo entonces Varajic-, porque mis trofeos son de hecho mi vida”.