Las canastas triples tienen poco más de medio siglo de vida. Y en muchas competiciones bastante menos. Fue la American Basketball Legue (ABL) la primera que probó, en 1961, pero el experimento duró sólo una temporada y media. Dos años después lo hizo la Eastern Professional Basketball League.
JUAN ANTONIO CASANOVA
También en esto la ABA, pendiente siempre de captar nuevos aficionados, se adelantó a la NBA, mucho más prudente, y en ella hubo triples desde la primera de sus nueve temporadas, la 67-68. La medida obligó a los entrenadores –muchos de ellos reacios en principio- a cambiar gran parte de sus sistemas y realzó el protagonismo de los mejores tiradores. Curiosamente, uno de los grandes defensores de la idea era el comisionado de la ABA, George Mikan, que a buen seguro jamás había lanzado un solo tiro desde tan lejos en los tiempos en que fue el primer pívot dominador de la NBA.
Cuando en 1976 la NBA absorbió a la ABA incluyó a cuatro equipos de ésta, pero no los triples, que se hicieron esperar hasta la temporada 79-80. La línea es irregular: 7,24 metros, pero sólo 6,70 en los laterales. La FIBA los adoptó en 1984, primero con una distancia de 6,25 metros, que aumentó a 6,75 en el 2010.
¿Y la NCAA? Allí fue todavía más tarde. Aunque en 1945 hubo una prueba en un solo partido y algunas conferencias fueron adoptando los triples a principios de los ochenta , con distancias varias (la primera, en 1980, fue la Southern Conference, a 6,7 metros), hasta el 2 de abril 1986 no se acordó unificar la regla (en 6 metros, que a partir del 2008 aumentó a 6,32 m.) para acabar con el problema que provocaban las diferencias entre unas ligas y otras. Y fue contra el parecer de numerosos entrenadores: en la encuesta entre ellos, sólo un 20% estaban por el cambio. Uno de los más críticos fue el de Indiana, el célebre Bobby Knight, hasta que logró el título aquella primera temporada gracias a los siete triples que se apuntó Steve Alford en la final.
En 1987 los equipos de instituto aceptaron también la línea a los 6 metros.
El de Michael Jordan es un buen ejemplo de la dificultad de adaptación. En su etapa universitaria en North Carolina no había línea de tres. En sus cuatro primeras campañas como profesional (1984-88) lanzó en total 189 triples (47 por año) y sólo convirtió 31, un horroroso 16%. En las otras nueve que jugó en los Bulls fueron 1.481 intentos (165 por año) y 524 aciertos, un 35%.