Iba sentado en el avión al lado de Steve Trumbo. Era un domingo por la tarde, el 23 de febrero de 1986, y el Barça iba a pasar la noche en Suiza para salir el día siguiente hacia Moscú, donde debía jugar el martes la vuelta de una semifinal de la Recopa contra el CSKA. Trumbo, fichado aquella temporada y que no jugaba esa competición, me estaba explicando su vida y milagros, hasta que le dije: “Es imposible que un vuelo de Ginebra a Zurich (el directo a esta última ciudad desde Barcelona se había cancelado) dure tanto”.
JUAN ANTONIO CASANOVA
Llevábamos mucho tiempo dando vueltas, porque la nieve hacía imposible el aterrizaje en Zurich. Volvimos a Ginebra. Y, tras un segundo intento fallido, del aeropuerto a la estación, para hacer el viaje en tren. Era el comienzo de una epopeya.
Pasaban las horas y la gente tenía hambre. En la estación no había nada. Con Josep Vendrell, delegado del equipo azulgrana, nos llevamos todos los bocadillos de jamón (24, uno por cabeza) y todas las botellas de agua que había en el primer bar que encontramos abierto. El agua era un bien preciado. Nos salió a 400 pesetas el litro. En el tren, unas esquiadoras estadounidenses nos las querían cambiar por botellines de champán francés, uno por una.
Jamás había visto tanta nieve junta. En las estaciones se acumulaba a una altura muy superior a la del convoy. Llegamos a Zurich a las dos y media de la madrugada y allí sólo había dos o tres taxis para recibir a un tren inesperadamente lleno. Total, que ya tienen a toda la expedición, maletas y bolsas en mano, caminando sobre (o dentro de) un metro de nieve por el desierto centro de la ciudad en busca del hotel, que nadie sabía dónde estaba hasta que el primer transeúnte que encontramos (un español, por cierto) nos orientó. Llegamos a las 4 de la madrugada, doce horas después de salir de Barcelona. Nunca olvidaré aquella imagen.
Pero nuestros problemas no habían terminado. El lunes se canceló el vuelo Zurich-Moscú y no hubo manera de hallar una alternativa. Alguien nos sugirió incluso hacer el viaje en tren: ¡2.600 kilómetros! Finalmente, pudimos viajar el martes, el día previsto para el partido, que se había retrasado 24 horas. El Barça perdió por 88-84, pero en la ida había ganado por 100-81 y se clasificó para la final, que ganaría ante el Scavolini de Pesaro.
En 23-F siempre ocurren cosas con el Barça. El de 1981, tristemente famoso en la historia de España, nos pilló de viaje a Zagreb para otra semifinal de Recopa.