"Il monumento nazionale", le llaman en su país. Dino Meneghin (Alano di Piave, 18/I/1950) es el mejor jugador de la historia del baloncesto italiano. Un pívot durísimo, que hacía crecer sus 2,04 m hasta límites insospechados.
Su lucha, en el más amplio sentido de la palabra, con los pívots del Real Madrid será siempre uno de los capítulos destacados de la Copa de Europa, que ganó siete veces (70, 72, 73, 75, 76, 87 y 88). Y además, dos Recopas, una Korac, cuatro Copas Intercontinentales, doce Ligas y seis Copas en tres decenios de carrera, en Varese, Milán, Trieste y otra vez Milán, pues debutó en la serie A con 16 años y se retiró cumplidos los 45. En total, 836 partidos en la Lega y 8.560 puntos. Con la selección jugó 271; participó en cuatro JJ.OO. (plata en Moscú'80), dos Mundiales y ocho Europeos (oro en el 83 y bronce en el 71 y el 75).
Pero, por encima de tantas batallas, el encuentro más especial para Dino Meneghin fue un simple partido de la Serie A, el 14 de octubre de 1990, cuando él, ya con 40 años, jugaba en el Stefanel de Trieste, que visitaba al Ranger Varese. El club que, con otros patrocinadores, le había lanzado a la élite del baloncesto y con el que había disputado diez finales consecutivas de la Copa de Europa, entre 1970 y 1979, ganando la mitad de ellas.
Lo que hacía tan distinto el partido era que en el equipo local empezaba a abrirse camino un jugador de 16 años entonces, de nombre Andrea y de apellido Meneghin. Un escolta de 2,00 m que desarrollaría una notable carrera profesional y en un espléndido año 1999 ganó la Lega, la primera del club de Varese desde 1978, los tiempos de su padre, y emuló a éste conquistando el Europeo con la selección italiana.
Aquel 14 de octubre, el entrenador varesino, Giancarlo Sacco, sacó a la pista a Andrea cuando quedaban 7 minutos, en un intento de cambiar un marcador desfavorable a los suyos. Delante estaba Dino, pieza clave para Bogdan Tanjevic, cuyo equipo acabó venciendo por 89-93, con 6 puntos del pívot. Al acabar, se dieron un gran abrazo, entre la ovación del público. "Es una sensación que faltaba en mi carrera", había dicho Dino la víspera. "Ha sido una emoción fortísima. Cuando le he visto frente a mí me he sentido viejísimo. Estaba pendiente de él y me he dado cuenta de que habría sido imposible jugar juntos, porque habría mandado el instinto de protegerlo", declaró luego.