Ese corazón, dañado hace unos meses, guarda suficientes fuerzas como para emocionar a través del baloncesto. Moncho Monsalve ofreció una maravillosa lección de baloncesto en el primer día del Curso. Una inyección de ilusión que nadie de los presentes olvidará.
Miguel Panadés
“Uno que enseña algo debe crear un cuadro con las palabras”
Caminará más despacio y su timbre de voz habrá perdido algunos decibelios con respecto al pasado pero Moncho mantiene esa capacidad para transmitir desde el sentimiento. Hablamos de baloncesto pero también de emociones porque cuando alguien es capaz de poner en pie a todo un alumnado y recibir una ovación de minutos habrá que encontrar las razones en mucho más que el conocimiento.
Varias lecciones en una sola sesión. Más allá de conceptos baloncestísiticos de inmenso valor formativo, Moncho Monsalve regaló a todos los asistentes a su clase magistral una fundamental demostración de respeto, humildad y pasión por nuestro deporte. Respecto por el baloncesto y por sus protagonistas, los jugadores. Humildad en el continuo reconocimiento de sus maestros, los mayores que él pero también aquellos de generaciones posteriores. Atención a esa capacidad de no dejar de ser alumno por mucho que la vida le ha llevado a mil destinos profesionales. Y pasión, un valor esencial en el ejercicio de entrenar. Pasión necesaria para transmitir, para convencer, para hacer realidad algo tantas veces repetido por él como es que “ser entrenador es una forma vida”.
Si alguno de los alumnos no hizo caso al director del Curso cuando en la inauguración invitó a abrir la mente y prestarse a recibir con toda humildad los mensajes de todos los maestros de los que recibirá conocimientos hay que esperar que tras ver de cerca la lección de Moncho Monsalve entienda que es precisamente eso lo que permite crecer como entrenadores. Si un maestro como él, con más de cuarenta años de experiencia, acepta las ideas de los más jóvenes, ¿cómo puede haber nadie que se niegue a abrir su mente de par en par?