El que fuera mejor anotador en la primera edición de la LEB, Bob Harstad, inauguró el camino de manías, rarezas y supersticiones de una Liga plagada de rituales. Sus principales protagonistas desgranan aquellas acciones que les hacen creer en un poder sobre natural de cara a la victoria.
PABLO ROMERO / ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB
Corría la temporada 1996/97 cuando la Liga LEB levantaba el telón con una primera edición de la que formarían parte 14 equipos. Por aquel entonces, el Caja Cantabria comenzaba a escribir la historia de la competición con un doblete (Copa Príncipe + Ascenso) en el que el Bob Harstad se erigiría como el auténtico dominador del campeonato.
Pero... ¿cuál sería el secreto del ala-pívot norteamericano? Apenas unos meses después, y ya con el equipo en ACB, el jugador de Minnesota reconocería una curiosa superstición que le había acompañado en su paso por la Liga LEB. Y es que, cada noche previa a los partidos, Harstad repetía rutina a la hora de la cena con dos pizzas familiares que recibía en su domicilio y que se convertían en su particular pócima mágica de cara a los encuentros de su equipo en Torrelavega. El menú se mantendría intacto en los partidos a domicilio donde Bob tenía por norma no ingerir hidratos de carbono hasta el momento de la cena; el interior acompañaba a sus compañeros en la mesa durante la concentración en el hotel retirándose posteriormente para cumplir con una manía que llegaría directamente hasta su habitación desde el Telepizza más cercano.
La particular superstición de Bob Harstad pasaría a la historia como una de las más peculiares en las casi dos décadas de historia de una Adecco Oro que, en la presente campaña, no ha sido ajena a una serie de supersticiones, manías y rarezas que han acompañado a la figura del jugador profesional desde el inicio de los tiempos. Conocemos, de las manos de sus protagonistas, algunos de los ritos que han marcado a técnicos y jugadores durante el último curso.
Números de la suerte, incluso para árbitros:
La elección de un dorsal durante el inicio de la pretemporada suele ser uno de los primeros pasos a la búsqueda de buena suerte durante el año. La liberación de dorsales ha permitido al jugador ir más allá que del 4 al 15 contando con la posibilidad de optar por números relacionados con la buena suerte. De este modo, hombres como el escolta del Melilla Baloncesto, Jesús Castro, optó este año por abandonar su habitual número 10 sustituyéndolo por el 22 con el que recordar el día del nacimiento de su hija Ana mientras que el exterior del River Andorra, Marc Blanch, optó por el 31 por idéntico motivo tras el nacimiento de su hija Marina tal día como ese.
Una elección que no escapa al colectivo arbitral quién también cuenta con motivos para creer en la superstición. Antes del salto inicial es habitual ver al árbitro Juan Gabriel Carpallo pasando la mano por su zapatilla a modo de recordatorio, allí figura escrita una fecha, el 07/11/11, día del nacimiento de su hijo Pablo.
Calentadores, calcetines y zapatillas, lo más recurrido:
Las prendas deportivas son el objeto fetiche de los jugadores en la Adecco Oro. Calentadores, calcetines o zapatillas son algunos de los objetos a los que se presta una especial atención. Uno de los casos más conocidos es el del cántabro Alberto Miguel quien, a través de su cuenta personal en Twitter, hizo famosos los calcetines de la suerte con los que llegó a sumar 12 victorias consecutivas con su Ford Burgos: "Todo comenzó después de perder en casa con Alicante, ahí cambié los calcetines de juego por unos Adidas Blancos con los que llegamos a sumar 12 victorias consecutivas. El día que perdimos con Breogán en casa los volví a cambiar por unos Nike negros al igual que las zapatillas y con ellos conseguimos la copa y el ascenso".
El caso de Alberto Miguel se repite en la gran mayoría de vestuarios, de este modo, Carles Bravo alterna dos pares de calcetines con sus correspondientes zapatillas en función de los partidos de su Palencia Baloncesto mientras que Sergi Pino realiza el mismo movimiento durante los partidos del Força Lleida durante la competición. Por su parte, Edu Gatell, pívot del Lobe Huesca, es uno de los grandes inversores en el mercado de las zapatillas por culpa de una curiosa manía: "Si un día estreno un par y perdemos, lo más seguro es que no las vuelva a poner y las cambie lo antes posible por unas nuevas, pero lo que nunca cambio son mis calentadores, que son los mismos que llevaba el día que debuté como jugador profesional, desde entonces no me los he vuelto a quitar".
En las filas del Melilla Baloncesto, el exterior Eloy Almazán mantiene sus calcetines sin lavar mientras su equipo gana haciéndoles pasar por la lavadora tan sólo en caso de derrota mientras que el interior Kiril Wachsmann no puede saltar a la cancha sin el calentador que le acompaña desde la universidad y del que comenta que ha ido perdiendo incluso su color amarillo durante al paso de los años. En el River Andorra, su MVP, Marc Blanch, no puede separarse de su chaqueta de chándal durante los calentamientos: "Me acompaña siempre, da igual que haya 1 grado o 40 pero siempre hago el calentamiento con ella".
Más allá de las prendas deportivas, Djimadoum Bandoumel, center africano del Força Lleida, sorprendió al vestuario de Joaquín Prado con una superstición que consistía en llegar y salir del Barris Nord, los días de partido, perfectamente trajeado. Entre sus atuendos preferidos y más comentados por sus compañeros, destacó el traje blanco complementado con unos calcetines de Superman.
Recursos múltiples en el calentamiento:
Hablar del calentamiento de los equipos supone recurrir a la figura de Jesús Castro. Desde sus inicios como profesional, el escolta del Melilla Baloncesto, tiene claro que debe ser el primer jugador del equipo en pisar la pista. Una vez allí, el jugador almeriense anota la última canasta antes de retirarse a la charla pre partido regresando el último a pista para anotar de nuevo las últimas canastas antes de la presentación y del inicio del partido. Por si fuera poco, Castro se lleva consigo el balón al vestuario en dicha charla ya que el atado de zapatillas debe realizarlo con los pies sobre la bola de partido: "Son cosas que no sabes muy bien por qué las haces pero a base de repetirlas las vas convirtiendo en algo imprescindible".
Para dar comienzo a la rueda, Sergio Alonso, base del Leyma Natura, debe dar antes unos toques al balón con el pié como si de un futbolista se tratara mientras que, en el punto cardinal opuesto, en Andorra, Marc Blanch jamás da comienzo al calentamiento sin dar antes dos giros con el balón alrededor de su cintura. Por su parte, el Logroño, Mikel Úriz inicia siempre el calentamiento con el Knet anotando la primera bandeja con la mano izquierda una manía qe siempre cumple mientras penetra desde el lado derecho, todo ello tras haberse santiguado antes de entrar en pista.
En el caso del mejor taponador de la Liga, Michel Diouf, el balón queda a un lado en el tramo final del calentaiento con el Breogán Lugo. El center cumple siempre la rutina de acercarse al cuerpo técnico antes del partido en un orden estricto. Diouf pide en primer lugar las últimas impresiones del tercer entrenador para pasar a continuación a hablar con el segundo finalizando su periplo por el banco con las últimas instrucciones del técnico principal, Lisardo Gómez.
Ladridos, barbas y andamios, entre lo más destacado:
Sin lugar a duda, una de las manías más difícilmente explicables la encontraremos sobre la pista de Riazor donde Asier Zengotitabengoa pone fin a la piña de su equipo imitando el sonido de un perro. El escolta vasco del Leyma Natura, penúltimo siempre en saltar a la pista, ejecuta dos ladridos con los que disuelve el corro del equipo y que explica del siguiente modo: "Sé que es difícil de entender desde fuera pero tiene una explicación lógica... en mi etapa en Huesca, Stevie Johnson finalizaba siempre así el corro y lo cierto es que me gustó y decidí adoptarlo".
En la cancha del Planasa Navarra topamos con Iñaki Narros. El escolta pamplonés ha recuperado una manía que pusiera de moda la Selección Española en el Mundial de Japón 2006 y que le lleva a no afeitarse en toda la semana. En su caso, Narros tan sólo recurre a la cuchilla los días de partido para evitar atraer a la mala suerte: "Durante la semana la barba se va acumulando pero el día de partido afeitarse es obligatorio; suelo hacerlo antes de comer o después de la siesta ya que, cuando no lo hago, suelo tener un mal partido o algún roce con los árbitros por eso siempre llego a los partidos recién afeitado".
Mucho más ajetreado resulta el día de Joan Creus; el base catalán del Barça B Regal -ahora cedido en Manresa- presta especial atención a andamios y saleros los días de partido. Creus procura no pasar los saleros en la mesa ni caminar junto a aquellos edificios en obras que puedan ser motivo de mala suerte. Para meterse en situación, el joven jugador ultima su calentamiento con la música que le acompañará durante toda la temporada: "Todos los años elijo dos canciones a principio de temporada que me acompañarán durante todo el año justo antes de saltar a la pista. Las elegidas este año fueron "Mirror" de Lil Wayne y "Fighter" de Gym Clas Hero".
Otros fan de la música es el escolta Sergi Pino quien varía el repertorio en función del día y de la intensidad del partido a disputar por su Força Lleida mientras que Mikel Úriz, base del Knet, opta por el coche como su particular punto de concentración musical camino del pabellón.
Pero sin lugar a duda, a quien mejor resultado le ha dado su idilio con la música, ha sido a Jeff Xavier, el escolta del Ford Burgos que conquistaría Liga y Copa tras una campaña en la que convertiría el vestuario local del Plantío en su particular discoteca hora y media antes del partido. El jugador exterior se colocaba sus cascos cantando y bailando antes de saltar a la cancha,así recibía a sus compañeros que solían encontrarlo ya cambiado y realizando du danza a la llegada al vestuario.
Alberto Ruiz de Galarreta, el rey de las supersticiones:
Si la Adecco Oro contara con el título de "Rey de las supersticiones", sin lugar a duda este recaería sobre la figura de Alberto Ruiz de Galarreta. El exterior del Knet comienza su particular ritual calentando tan sólo con el cubre y no colocándose la camiseta de juego hasta después de la charla, 15 minutos antes del partido, cuando entra a la cancha lo hace siempre con el pie derecho y portando los mismos calcetines y la misma ropa interior. Su botella de agua siempre tiene que estar al final del banquillo, bien apoyada sobre la base y separada de las demás y si sale en quinteto tiene que ser siempre el último en entrar a la pista recibiendo el protector bucal de manos del fisio.
Una serie de manías que comienzan tras la siesta en el camino al pabellón donde Ruiz de Galarreta debe parar siempre en la misma cafetería, sentándose en la misma mesa y pidiendo lo mismo. Pero... ¿Cuál es el objetivo de estos rituales?: "Pues lo cierto es que no lo tengo muy claro... a manías no me gana ni Rafa Nadal, soy el número uno. A veces me sorprendo a mí mismo ya que sé que con cosas que no sirven absolutamente para nada pero a mí me sirven para mucho ya que me hacen sentir seguro y eso me ayuda a afrontar de otro modo el partido".
Casadevall, Perelló o Arbués, supersticiones en los banquillos:
Y si las canchas están plagadas de manías y supersticiones, los banquillos no son ajenos con la gran mayoría de técnicos compartiendo la sensación que genera el quedarse a solas en el vestuario tras la última charla para saltar a cancha tan sólo unos minutos antes de la entrega del quinteto a la mesa de anotadores.
A partir de aquí, comienza el baile de rutinas y sensaciones, un ir y venir de creencias que tienen uno de sus máximos exponentes en la figura de Andreu Casadevall. A lo largo de sus seis temporadas al frente del Autocid Ford Burgos, el preparador catalán ha contagiado al club con una serie de rutinas entre las que se encuentra el secreto del éxito ya que una decisión de última hora acerca de la forma de aparcar su coche, cambiaría para siempre el destino de su equipo llevándoles desde la lucha por la permanencia hasta la ACB: "En mi primer año con el equipo en Adecco Oro se dio una situación curiosa ya que ganábamos todos los partidos como visitantes pero no habíamos conseguido ni una sola victoria en casa. Yo siempre aparcaba en el pabellón de cara a la puerta del Plantío y el día del partido contra el Básquet Mallorca decidí cambiar y aparcarlo mirando directamente a la carretera. Casualidad o no, ese día ganamos y desde entonces siempre lo aparco durante la semana mirando al pabellón, y los días de partido mirando a la carretera. Desde que comencé a hacerlo, no nos ha ido nada mal...".
Una acción con la que comenzaría a cambiar el destino de un equipo al que prohíbe lucir el color amarillo en prendas o zapatillas o al que ha aleccionado para meter siempre la última canasta del calentamiento antes de retirarse a recibir las últimas instrucciones de cara a unos encuentros en los que el cuerpo técnico debe sentarse siempre en el mismo orden. Una serie de acciones con las que completar un día plagado de rutinas para un entrenador que no puede prescindir de una llamada a casa a la entrada del pabellón para que sus hijos, Aitana y Andreu, le deseen suerte de cara al encuentro.
Una serie de acciones que han dejado su poso en el polideportivo burgalés y que han sido incluso exportadas con el paso de los años comenzando por el que fuera su ayudante, Rubén Perelló. El actual técnico del Lucentum Alicante pelea estos días con su equipo para tratar de alcanzar la final de Liga, un premio que llegaría a base de trabajo y sacrificio pero para el que Perelló cuenta con una segunda arma, los amuletos. El técnico mallorquín nunca salta a la pista sin una pulsera de la suerte que porta en su bolsillo derecho y que está copuesta por dos escarabajos, y mucho menos sin una ranita y un elefante de la suerte que le acompañan en el bolsillo izquierdo de su traje.
Al igual que Casadevall, Perelló mantiene una serie de costumbres en día de partido donde siempre llega al Centro de Tecnificación con antelación a la hora marcada y tras haber hablado por teléfono con sus padres y su pareja. Rubén salta a pista a falta de 12 minutos para que de comienzo el partido y ya ataviado con la corbata azul de cuerpo técnico, aquella a la que realiza el nudo en la primera jornada sin deshacerlo hasta la conclusión de la temporada, una acción que se repite en las últimas temporadas.
Y si visitamos el Pazo dos Deportes de Lugo, el técnico local, Lisardo Gómez nos recibirá siempre con el mismo traje pero, ojo, no esperen verle con la misma indumentaria a domicilio ya que el técnico gallego alterna sus vestimentas en función de si su Breogán Lugo juega como local o como visitante. Eso sí, la corbata siempre será la misma mientras su equipo sume en positivo ya que una derrota le llevaría a cambiarla.
Pero a la hora de presumir de manías sobre la cancha nadie puede superar a Nacho Arbués, técnico ayudante de Jesús Sala en las últimas temporadas en un CB Clavijo al que ha contagiado con sus costumbres. El preparador llegó a desarrollar una curiosa historia relacionada con unos caramelos que indicaban al equipo el momento de romper el partido: "Todo comenzó en la Adecco Plata el año de nuestro ascenso. El conductor de nuestro autobús siempre me dejaba sobre el banquillo unos caramelos de la empresa Riojacar. Yo los recogía y los iba comiendo durante el partido, un día, al comer uno rojo, rompimos un partido igualado y nos llevamos la victoria y, desde ese día, Juan Herrero siempre andaba pendiente de qué color salía cada vez que cogía un caramelo. Cuando salía el rojo, sabíamos que era el momento de romper el partido".
Una anécdota que es tan sólo una pequeña parte de las decenas de manías de un técnico que siempre realiza las mismas rutinas los días de partido desde que en su última campaña en la Adecco Plata lograran 15 victorias consecutivas, un dato que le lleva a repetir, acciones como estas: "La rutina de partido tiene que ser siempre la misma y algo que no puedo variar es el camino de mi casa al pabellón que siempre tiene que ser por el mismo recorrido. Es más, si algún día como fuera de casa, tengo que volver a casa, meter el coche en el garaje, subir, volver a bajar y comenzar de cero... Una vez en el pabellón, siempre realizamos los mismos ejercicios y en el circulo de calentamiento coloco a los jugadores en la misma posición saludándoles uno por uno, en idéntico orden, y con un mensaje concreto para cada uno. Justo antes de empezar el partido, no puedo evitar golpear todas las botellas que el delegado ha colocado en orden y numeradas al final del banquillo tirándolas todas por el suelo".
Una serie de costumbres que, lejos de molestar o incomodar al resto de técnicos y jugadores, se han convertido en una rutina imprescindible: "Siempre he dicho que no soy una persona supersticiosa pero imagínate que un día no lo hago y perdemos... De hecho, en una ocasión no tiré las botellas al suelo y perdimos y, desde entonces, son los propios jugadores los que andan pendientes de que no olvide ni una de mis rutinas".
Los ajos y los besos, culpables de la permanencia del Knet:
Cuando todo un proyecto se pone en juego en un playout al mejor de 5 encuentros, cualquier ayuda es poca pero si Nacho Arbués está en el banquillo, los amuletos están asegurados. Y es que los hombres de Jesús Sala contaron con una ayuda especial, unas cabezas de ajos que acompañaron al técnico asistente camuflados en sus bolsillos para espantar a las meigas y que tuvieron un protagonismo especial: "Todo surgió por Víctor Pérez, el técnico ayudante del Obradoiro que trabajó con nosotros en Logroño. Él siempre me hablaba de las Meigas y los equipos de su tierra por lo que este año, con tres equipos gallegos en la liga, he llevado ajos en los bolsillos en todos los partidos que hemos jugado contra ellos. En el playout contra Ourense no podrían faltar y los resultados fueron inmejorables".
Pero esta no fue la única acción que el asistente pondría en marcha de cara a los encuentros contra el COB. Con un 1-1 en la serie, y antes de comenzar los partidos en Ourense, la novia de Nacho le indicó qué debía hacer para tratar de atraer a la buena suerte dando con la clave a través de unos besos en la muñeca de Alberto Ruiz de Galarreta: "Ella es fan del juego de Alberto y antes del tercer encuentro me sugirió que le diese un par de besos en la muñeca antes del partido. Lo hice justo cuando salía a pista y anotó 4 triples seguidos pero terminamos perdiendo. Al día siguiente decidí que en lugar de dos le daría cuatro, dos de su parte y dos de la mía y eso cambió nuestro destino ya que un triple suyo en la última jugada nos dio la victoria para forzar el quinto".
Totalmente incrédulo ante este tipo de situaciones, el técnico Jesús Sala terminaría sucumbiendo a la superstición de cara al último encuentro de la serie. El preparador madrileño desvelaría en su cuenta de Twitter como unos calcetines de rombos con el logo de la NBA habían sido su particular amuleto. Un regalo del que fuera jugador del equipo el año del ascenso, Kyle Swanston, el día de la final de la Copa Adecco Plata y con los que el equipo ganaría dicha final y 15 encuentros más con los que conquistarían el ascenso. Tras certificar la permanencia, el técnico confesó a los suyos que "los tenía guardados para una ocasión especial".
Los bases del Palencia, de boda en el playoff:
Dice la tradición que toparse con una boda es sinónimo de buena suerte y los bases del Palencia Baloncesto, Quique Garrido y Chema González, quisieron comprobarlo en persona el pasado sábado. El conjunto palentino se encontraba concentrado en su hotel de Alicante en plenas semifinales cuando, al regreso de su entrenamiento vespertino, el autobús del equipo les llevó a coincidir con una pareja de novios que celebraba su enlace en su cuartel general. Los playmakers de Natxo Lezkano no dudaron en retroceder en su camino para probar suerte fotografiándose con la pareja a la entrada de su banqueta nupcial, un hecho que no tuvo repercusión inmediata en la mañana del domingo (derrota vs Lucentum) y que tendrá que confirmar o desmentir su efecto durante una serie que se reanudará el próximo viernes.