De los muchos nombres propios que han escrito importantes capítulos de la historia del baloncesto español, uno de los que se pueden elegir es el de Joaquín Hernández.
Fue uno de los mejores jugadores de nuestro país de los pasados años 50. Un extraordinario jugador, internacional indiscutible entre 1951 y 1959, época en la que fue considerado uno de los mejores jugadores españoles y formó parte de la Selección que conquistó la histórica medalla de oro en los Juegos Mediterráneos de Barcelona 1955. También fue seleccionador, cargo desde el cual ganó la medalla de plata en los Juegos Mediterráneos de Nápoles 1963.
Falleció en 1965, a los 32 años de edad, víctima de una grave enfermedad hepática.
Curiosamente, se inició como jugador en Bélgica, donde residía junto a su familia y donde se le ‘descubrió’ en el transcurso de un torneo navideño en Bruselas, en el que participó el Español de Barcelona, su primer equipo en nuestro país. Posteriormente lo fichó el Real Madrid para la primera edición de la Liga Nacional, y después jugó también en el Hesperia. Asimismo entrenó al Real Madrid, al que rigirió en su primer título de Copa de Europa y en el que le sustituyó Pedro Ferrándiz. Como jugador exhibió un gran dominio de balón y excelente técnica individual. Era un base muy creativo y gran pasador. Su carrera como entrenador fue corta pero brillante.
En el fondo documental del Museo FEB, en la ciudad de Alcobendas, se conservan numerosas fotografías originales de la carrera baloncestística de Joaquín Hernández.