JULIO 21
Una final en el terrado (1945)
7/22/2016 - 9:12 AM
La final del Campeonato de España de 1945, entre Barcelona y Laietà (en aquella época Layetano), se jugó a las doce de la noche ¡y en un terrado! El de un garaje situado en la confluencia de la Gran Via de Barcelona con la calle Viladomat, donde hoy en día aún existe un concesionario de automóviles. La verdad es que la llamada Pista Deportes Granvía, de cemento y con unos graderíos bastante amplios, no estaba nada mal. Mejor que las habituales del Laietà, en la misma calle Viladomat, a unos centenares de metros, o las que utilizaban el Barcelona y el Espanyol, bajo las gradas de Les Corts y Sarrià, sus campos de fútbol.
JUAN ANTONIO CASANOVA
"La Vanguardia" de aquel 21 de julio abría la sección de Deportes (el 60% de una página en total) con la previa de la final. Y apuntaba: "Es el encuentro de hoy una incógnita. Si bien los aún campeones de España, el Layetano, reúnen en un todo la mejor delantera española actual, el Barcelona cuenta con una sólida defensa y magnífica delantera, hoy día en su mejor forma. Por estas razones el partido no puede tener, de ningún modo, un color definido".
El duelo despertó tanta expectación que muchos aficionados se quedaron en la calle, sin acceso a la rampa que daba entrada al recinto. Empezó dominando el Laietà con un sorprendente 20-2, pero ya no volvió a anotar hasta el descanso (20-16) y el segundo tiempo fue muy igualado. Acabó con empate a 31, tras una canasta de Carretero, del Laietà. En la prórroga se impuso el Barcelona por 37-34. Entre los campeones destacaron Ferrando (9 puntos) y los hermanos Miguel (13) y Pedro Carreras (7). Delante, el mítico Kucharski (15).
Los espectadores salieron encantados del espectáculo que ofreció "el partido del año", como lo calificaba dos días después en su crónica de "El Mundo Deportivo" el maestro Manuel Espín, en la que se leía: "En nuestra retina permanecen todavía, indelebles, las mil imágenes, a cual más emotiva, que, en vertiginosa sucesión, fueron desfilando de principio a fin del memorable encuentro, para formar un conjunto poco menos que imposible de superar".
En su obra "70 años de baloncesto en España", Justo Conde, otro pionero del periodismo de la canasta, explica que la final la pitó el catalán Sorribas, un árbitro autoritario que había sido boxeador y que salía a la pista fumando una faria que dejaba en la mesa de anotadores para volverla a encender en el descanso.