MIGUEL PANADÉS / ÁREA DE COMUNICACIÓN

La cuenta atrás ya se ha iniciado y todas las jugadoras y equipo técnico esperan con ganas que arranque el gran reto que ha de llevarles a los Juegos de Río. Pero dentro de la intensa y ordenada preparación de nuestra selección, dos últimas citas previas, las dos ante la siempre potente e intensa selección de Nueva Zelanda, dos retos que además servirán para acabar de encajar todas las piezas en esa perfecta maquinaria que hasta el momento ha funcionado con la precisión de un reloj. Y ya, sólo con las jugadoras que estarán en Nantes.

Cada uno de los cuatro partidos disputados ha servido para comprobar el estado de forma de unas jugadoras que llegan al momento clave en plenitud física y mental y con una base de confianza extraordinaria en sus propias posibilidades, en las herramientas tácticas que ofrecen los técnicos, en el soporte físico y psicológico de un equipo técnico que trabaja desde la sensatez, desde la profesionalidad, desde la entrega.

La selección ofrece permanentemente una imagen de creatividad, de “libertad de expresión” en la pista de cada una de sus jugadoras y, sin embargo, tras cada acción, tras cada aparente improvisación, hay horas de trabajo previo, hay argumentos en las propuestas de los técnicos que fomentan que cada uno de los talentos que tiene este grupo se exprese en el escenario tal como es adecuando los sistemas a sus virtudes.

Llegados a este punto de armonía táctica y de predisposición absoluta al trabajo desde la generosidad, llega el momento de los detalles, de la búsqueda de ese gesto diferencial que aumente aún más el rendimiento, que permita tener guardadas en el cajón, esas armas tácticas que en un momento clave del campeonato pueden resultar decisivas. En Gijón, una nueva oportunidad de vivir la excelencia de nuestra selección femenina.