Día a día, nuestra selección va avanzando en este agradable camino hacia la disputa de un campeonato de la trascendencia del preolímpico. Partido a partido evidencia el grupo que dirige Lucas Mondelo esa conciencia por mantener un estado de forma, individual y colectivo, óptimo, sabiendo que todo lo que ahora se haga suma y que las sensaciones que se van adquiriendo durante la preparación se convertirán en la base de confianza desde donde saber afrontar los retos decisivos. 

Cada partido ha tenido un guión diferente y en todos España ha sabido responder desde el oficio y la calidad, desde la tenacidad y la brillantez. El último de los “exámenes previos” se saldó de una forma que invita al optimismo porque nuestras jugadoras y técnicos supieron reaccionar con una eficacia superlativa a una situación incómoda vivida durante los primeros veinte minutos. Y fue esa capacidad para revertir un partido trabado y convertirlo en un festival de juego lo que da motivos para saber que hay respuestas tácticas a las adversidades, que hay repuestas basadas en la inteligencia y el coraje, ante los momentos difíciles que, seguro, los habrá.

Las jugadoras demuestran en cada partido capacidad para saber dar un paso adelante cuando el equipo las necesita. Capacidad para interpretar y ejecutar las diferentes propuestas tácticas de de un entrenador que disfruta apostando fuerte, que tiene confianza en la lectura de juego de sus jugadoras y las invita permanentemente a crear. 

Cuba se presenta como otro rival con capacidades atléticas y técnicas suficientes como para exigir de las nuestras toda la concentración. La preparación, perfectamente diseñada, pretende ir proponiendo retos y una vez expuestos en la pista, observar la capacidad para superarlos. Y en paralelo a ese trabajo de sensaciones internas, los aficionados en las gradas y delante del televisor siguen disfrutando de un baloncesto fundamentado en la utilización del talento desde la armonía.