Pocas veces ha despertado tanta expectación en España un partido de baloncesto y pocas, o ninguna, se ha hablado tanto de una canasta que nunca existió. Estábamos en la final de la Liga ACB 94-95. Unicaja y Barcelona se repartieron las victorias en el Palau Blaugrana y los andaluces ganaron el tercer partido en casa, donde iban a jugar también el cuarto, el 18 de mayo. Nadie había remontado un 1-2 en una final.
JUAN ANTONIO CASANOVA
Había mucha expectación. Tal vez demasiada. Por Málaga se extendió la impresión de que estar en la final era lo más importante que había ocurrido en la historia de la ciudad desde la Reconquista. Literal. Y el ambiente se enrareció, con la campaña electoral como caldo de cultivo. Recuerdo muy bien la convocatoria de Aíto García Reneses, el entrenador del Barça, a la prensa en el día entre el tercer partido y el cuarto.
“Sólo falta que les demos el alirón. Da la sensación de que es adonde va todo”, dijo. Esas declaraciones le costaron un expediente de la ACB. Pero todos sus jugadores coincidían con él. Como Montero: “Hay un estado de opinión para que no ganemos la Liga. El martes abandoné el pabellón pensando que lo mejor era coger el avión y volver a casa”.
Pero esta vez, a diferencia de la final del 84, el Barça no volvió a casa sin jugar. Regresó al pabellón de Ciudad Jardín y forzó el desempate al ganar por 78-80 en un espléndido partido de Ferran Martínez (23 puntos), después de dar la vuelta al marcador (49-54) con un parcial de 0-11. Fue el partido del “no triple” de Michael Ansley (gran actuación del ala pívot estadounidense, 37 puntos), que sin pensar en la prórroga se lo jugó todo a una carta, con 3 segundos en el crono y 77-79 en el marcador. La pelota no entró. Tras un tiro libre de Crowder, con el reloj a cero, aún tuvo una mínima opción el Unicaja, que necesitaba que Ansley transformara el primer tiro libre, fallara el segundo y alguien palmeara dentro la pelota. Pero falló el primero.
Hubo numerosos incidentes. El doctor Aguilera, médico del Barça, tuvo que abandonar la pista tras alcanzarle un objeto lanzado desde la grada. Andreu, pívot azulgrana, dio un puñetazo al fisioterapeuta de los malagueños. Y Javier Imbroda, entrenador del Unicaja, culpó a Aíto:"Es un cínico al que todos conocemos y que se encuentra cómodo en esa posición”.
Tres días después, de vuelta al Palau, el Barça ganó por 73-64 y fue campeón.