Los dos equipos esperan el momento de trasladarse al pabellón, de recorrer las entrañas del pabellón en el camino hacia el vestuario, de saltar a la pista para afrontar, desde el orgullo y la ambición, el primer asalto de una final que repite equipos respecto al año pasado. Dos o tres partidos que se convierten ya en un nuevo “clásico” del baloncesto femenino español y que reúnen sobre la parquet a muchas de las mejores jugadoras de la competición. Pese al factor pista, pese a la baja de última hora de una jugadora clave en Girona como Ibekwe, pese al hecho de que Perfumerías Avenida dominó la fase regular con la autoridad de un grande… nadie se atreve a dar un pronóstico definitivamente favorable a las salamantinas sin que asome en el horizonte la duda razonable de la capacidad de competitiva de Girona, todavía vigente campeón de liga, actual campeón de la Supercopa.

Y es ahí donde irrumpen los mensajes de unas y de otras. Es ahí donde los entrenadores recurren a la psicología, ciencia que muchos de ellos no han estudiado pero están obligados a ejercer en el día a día, en la gestión de grupos, en el enfrentamiento a los desafíos colectivos, invitando a sus jugadoras a visualizar pasados brillantes como base de confianza para construir el nuevo e inmediato reto. El mensaje de las supervivientes del éxito de la pasada temporada explica a sus compañeras cómo se fraguó el título, como Girona en el primer partido de la Final supo convertir ese ambiente mágico que se crea en el Wurzburg más en un aislante de presión que en un factor negativo. Como supo el equipo catalán jugar con los nervios locales y llevar el partido a su ritmo para desde ahí gestionarlo hábilmente hasta una victoria fundamental. Por el contrario Salamanca recurre a un mensaje de revancha bien entendida, sin excesos. De hambre por ganar sin que ello signifique angustia por sumar un título obligatorio para todo aquel que defiende los colores de Perfumerías. Salamanca sabe que la ambición es tan buena compañera como mala lo es la ansiedad. De nada sirve, desde la psicología, visualizar aquello que no funcionó, revivir mentalmente esas malas experiencias que culminaron en disgusto. Más bien al revés; las salamantinas recurren a las buenas sensaciones vividas durante una fase regular en la que se mostraron como las mejores, las más regulares, las más eficaces y esa será la base de la confianza desde donde afrontarán la Final.

Y de las palabras a los silencios, a esos momentos de intimidad en el vestuario, minutos antes de saltar a la pista para iniciar las particulares activaciones, cuando las jugadoras, algunas, se encierran en sus recuerdos, en sus pensamientos, en sus mecanismos de concentración. Cada una tiene una rutina diferente pero todas ellas, acostumbradas a disputar partidos decisivos, saben que en la mente más que en las piernas está gran parte de la clave del éxito. Que si la mente está “limpia” las muñecas tiemblan menos, que si el rostro dibuja una expresión de tranquilidad, el cerebro recibe mensajes favorables y a partir de ahí la ejecución de los movimientos, de los sistemas, de los conceptos, surge de manera más fluida y por lo tanto más eficiente. La tranquilidad y la felicidad, ayuda al rendimiento. Quien no la tenga, que engañe al cerebro.