CARMELO GUTIÉRREZ / ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB

El 26 de abril de 2014, en un abarrotado Cerro del Telégrafo, Rivas Ecópolis firmaba un nuevo hito en la historia del club al proclamarse campeón de la Liga Femenina. Un título que se le había escapado la temporada anterior pese a haber sido el gran dominador de la competición.

Después de una campaña de transición, la pasada, en Liga Femenina, los problemas económicos obligaban al club madrileño a renunciar a la máxima categoría e inscribirse en una más que competitiva Liga Femenina 2, con 24 equipos peleando por dos plazas de ascenso, entre ellos media docena de la Comunidad de Madrid, donde cada encuentro es una batalla con el cuchillo entre los dientes.

“Al principio de temporada, la historia del club nos pesaba”, comentaba Nicolás Fernández, entrenador del conjunto madrileño allá por el mes de enero. “Pero no tanto por nosotras, si no por la motivación de todos nuestros rivales al medirse a Rivas”.

Ese verano, el de 2015, trajo muchos cambios en las oficinas del Cerro del Telégrafo. El primero, la denominación del equipo, que pasaba a llamarse Rivas Promete, después de un acuerdo de colaboración con la Fundación Promete.

El segundo, la llegada de Nicolás Fernández al banquillo en sustitución de un José Ignacio Hernández que la anterior temporada había compaginado la dirección del primer equipo con el junior.
Una plantilla de dos bloques

Y, por último, tocaba la reconstrucción completa de la plantilla. “Era un equipo completamente nuevo y el objetivo inicial era convertirnos precisamente en eso, en un equipo. Y si de algo estoy orgulloso es de la capacidad de respuesta de las jugadoras a todas las exigencias”, apuntaba Nicolás Fernández.

De la última plantilla que compitió en Liga Femenina, solamente Marta Blanes continuó vistiendo la camiseta roja del Rivas. Así que tocaba un arduo trabajo de confección de un nuevo grupo, con dos claras premisas: jugadoras experimentadas en la categoría y los mejores talentos de una cantera que crece cada temporada.

Dentro del primer grupo, llegaron al Cerro del Telégrafo un núcleo de jugadoras nacionales que conocían a la perfección la LF y la LF2. Gema García se puso al mando de la nave madrileña, con María Villar y Regina Gómez en las restantes posiciones exteriores junto a Marta Blanes.

Y, en el juego interior, un trío de lujo: Verónica Matoso, Claudia Calvelo y Dovile Miliauskaite, la única jugadora ‘extranjera’ de la plantilla, aunque sus cinco años en España ya la convierte casi en una ‘nacional’ más.

A la experiencia de estas siete jugadoras se sumó Laura Izquierdo, la única integrante de la plantilla madrileña que podría quedarse en la mitad de los ‘dos bloques’ en los que se divide el grupo de Nicolás Fernández.

Como decíamos, la apuesta de Basket Rivas por la cantera es muy importante desde hace años, con una clara presencia en el primer equipo. Y esta temporada no iba a ser diferente. En su primer año junior, Alicia Jiménez y Paula García se han convertido en fijas en la rotación madrileña. Y hasta otra media docena de jóvenes jugadoras han disfrutado de minutos en LF2.

Fortaleza en casa y defensa

El nuevo proyecto ripense comenzó con derrota en Sant Adriá ante uno de los ‘gallitos’ de la categoría y al que se volverán a enfrentar, salvo debacle final de las catalanas, en la Fase de Ascenso. A partir de ese momento, las del Cerro del Télegrafo comenzaron a cumplir con los pronósticos que las situaban como uno de las escuadras más fuertes, haciendo de su cancha un fortín donde solamente el líder, y ya en la jornada 22, pudo vencer.

Esa fiabilidad en casa, unida a una espectacular actividad defensiva (la mejor del grupo B y la segunda mejor en el conjunto de la Liga Femenina 2 15/16) han dado como resultado la clasificación para un Fase de Ascenso en la que Rivas Promete buscará regresar a una categoría que tantos éxitos le dio.