Las grandes remontadas en las competiciones europeas de baloncesto por eliminatorias fueron durante una larga época habituales, y a menudo sospechosas cuando no abiertamente fraudulentas. Pero ya no en los años ochenta, cuando el control de la FIBA era mucho más serio. Por eso fue algo excepcional lo que ocurrió en Milán el 6 de noviembre de 1986.
JUAN ANTONIO CASANOVA
El Tracer tenía una plantilla repleta de estrellas (Dino Meneghin, Mike d'Antoni, Bob McAdoo, Ken Barlow...), pero la pareja Giannakis-Gallis hacía del Aris un equipo temible, que el 30 de octubre ganó por 98-67 el partido de ida de una segunda ronda cuyos seis vencedores disputarían el grupo que llevaría a los dos primeros a la final de la Copa de Europa. Los 31 puntos de diferencia parecían significar la despedida de los italianos, pero sucedió lo inesperado.
Nadie podía pensarlo ni antes de empezar el encuentro de vuelta ni mucho menos cuando en 9 minutos el Tracer sólo había descontado 4 puntos de su enrme desventaja (17-13). Pero D'Antoni y Premier maniataron a Gallis (que de 44 puntos en Salónica bajó a 16 en Milán, con 0/4 triples) y Giannakis (15, con 4/12 triples) y el 44-30 del descanso permitía soñar al equipo de casa. A falta de 4 minutos y medio ya había dado la vuelta a la eliminatoria por un punto (76-44), que mantenía a 1 minuto del final (81-49), y dos tiros libres de Premier (20 puntos, por 12 de Meneghin, Barlow y McAdoo) sellaron aquella increíble remontada: al final, 83-49.
Veinticinco años después , el entrenador del Tracer, Dan Peterson, confesaba a Vladimir Stankovic: "Nunca he dirigido un partido como éste. Antes de empezar les dije a los jugadores: 'Quiero ganar, aunque sea por un punto'. Quería que jugaran 40 minutos de baloncesto, no que contaran los puntos. Y que estuvieran tranquilos, que intentaran simplemente recuperar un punto cada minuto".
Frente a la euforia italiana, lógicamente, el malestar griego. Giannis Ioannidis, el entrenador del Aris, no sólo se quejó del arbitraje sino que deslizó sus sospechas por el mal estado físico de sus jugadores. Pero no hubo protesta oficial.
Aquella histórica remontada acabó teniendo el mejor de los efectos prácticos. Tracer y Maccabi de Tel Aviv fueron los primeros del grupo de elegidos, con 7 victorias y 3 derrotas, y se enfrentaron en la final, el 2 de abril de 1987, en Lausana. Los milaneses ganaron por 71-69 y fueron así campeones de Europa por segunda vez, 21 años después de la primera.