Miguel Panadés

Todos aprendimos de Carlos Colinas durante su estancia en Curso Superior. Los alumnos por sus clases, los tutores por su ejemplo, los que formamos parte de la organización por esa dirección correcta por la que sabe transcurrir en todas las circunstancias y escenarios. Colinas muestra la importancia de la inteligencia emocional, esa que permite a las personas adaptarse siempre con coherencia y sensatez a las diferentes pruebas a las que somete la vida. Llevándolo al baloncesto, el entrenador o el Director Deportivo, deberá arroparse de grandes dosis de esa virtud relacionada con la conducta porque los imprevistos le llevarán a situaciones inesperadas.

Organiza adecuadamente su estrategia en la forma y en el fondo. Planifica, estructura, investiga y ejecuta con guión pero con capacidad para redefinir proyectos sobre la marcha. Sigue siendo el más laureado de todos los seleccionadores nacionales pero esa condición la lleva con tanta naturalidad como humildad entendiendo que no hay nada más fugaz que el éxito y que sin embargo, nada más real que la vista con perspectiva. Trabaja en el día a día y en el largo plazo y forma jugadoras pero también entrenadores. Por lo tanto su visión del baloncesto adquiere una dimensión transversal que le permite levantar la cabeza y contemplar el escenario completo.

Podría parecer frío pero esa es una percepción falsa porque su corazón se encoje cuando alguien se lo toca y sus lágrimas afloran si el recuerdo le emociona. Es un gran tipo, grande por lo que sabe y por lo que es, pero sobretodo grande por lo que enseña y transmite. Un gran compañero de viaje en el trabajo y, a buen seguro, en la vida. Tenerlo en el CES como compañero de fatigas nos ha hecho mejores a todos.