Riojano de 48 años y al frente de un Campus Promete bien situado en el grupo B de la Liga Femenina 2 y con un claro objetivo de disputar la fase de ascenso. Luis Birigay viene de un baloncesto menos conocido lo que le da a su análisis una perspectiva repleta de realismo.
MIGUEL PANADÉS / ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB
En el recuerdo, muy presente, esos inolvidables años como jugador cadete del Maristas de Logroño, jugando al lado de Salva Díez o Alfredo Aranda y proclamándose campeón de España por clubes y ¡de Europa! por en el campeonato escolar. La ilusión por el baloncesto nace de las primeras experiencias en una pista, de las primeras emociones, esas con las que se convive en el resto del camino por un deporte que puede derivar hacia muchas salidas. “Con veinte años me di cuenta que tenía más posibilidades como entrenador que como jugador y decidí dejar la pista por el banquillo. Llevaba entrenando chavales desde los quince y notaba que disfrutaba mucho. Hice el Curso Superior en esa época, en Logroño, con Diaz Miguel como uno de los profesores. Desde entonces, hasta hoy…” Logroño, situada a medio camino entre Zaragoza y Vitoria, dos ciudades con baloncesto de alto nivel y, muchos de los entrenadores riojanos influenciados por esas figuras de entonces como Ignacio Pinedo, Pepe Laso, Pedro Eneriz… entre otros.
Cursó Geografía Física en Zaragoza y siempre alternó profesión con la labor de entrenador y, por mucho que dirigiera en seniors, Luis Birigay se autodefine como “un entrenador de formación”. “Nunca he dejado de serlo, bien trabajando con alevines o con jugadoras de Liga Femenina 2 porque el baloncesto no deja de ser una herramienta más en el comportamiento ante la vida y porque cuando enseño baloncesto siempre doy más importancia a la transmisión de valores como la capacidad para tomar decisiones o para liderar por ejemplo, que al ganar o perder. El resultado es la consecuencia y normalmente, cuando tienes un equipo con personalidad, con capacidad de superación, acabas ganando". Tranquilo en discurso, relativizando esos aspectos tantas veces impostores sobre el éxito o el fracaso y acostumbrado a formar parte de inmensa legión de entrenadores que llevan años construyendo baloncesto con mínima repercusión mediática".
Disfruta de unos bonitos años en un club que crece desde la base. “La Liga 2 se está convirtiendo en una competición imprescindible para el baloncesto femenino español porque el hecho de que haya limitaciones presupuestarias en los clubes hace que se tenga prestar mucha atención al trabajo de cantera y que muchos clubes que trabajan bien en sus ciudades puedan entrar en esta competición con jugadoras locales. Hay muchas jugadoras que quizás no destacan entre la élite a los 16 o 17 años pero si están en una buena dinámica y en una buena competición puede llegar a hacerlo pasados los 22 o 23. De ahí la importancia de la Liga Femenina 2”. Habla con el conocimiento de causa y el orgullo de tener a siete jugadoras riojanas en la plantilla y de poder mirar el futuro con máxima ambición deportiva. “Nuestro objetivo es la fase de ascenso y luego, evidentemente, no renunciar a ningún reto”, afirma desde el realismo de quien sabe perfectamente las dificultades de no sólo poder llegar, sino conseguir alcanzar la cima más alta.
Contempla el panorama ilusionante de un baloncesto femenino repleto de nuevos talentos pero, acostumbrado a convivir con ese “otro baloncesto” considera los éxitos de las selecciones senior y de formación “como fundamentales para promocionar el baloncesto femenino en nuestro país, para animar a más jugadoras a practicarlo entendiendo que una vez captadas, los clubes realizamos una labor fundamental en la formación de esas nuevas jugadoras. Hay que fijarse en los talentos pero también en esas jugadoras de recorrido más largo y por esa razón hay que potenciar el trabajo de los clubes en esa formación, no sólo en edades tempranas, sino incluso una vez que ya son seniors”.