ENTRENADORES
José Ignacio Hernández: “Amaya Valdemoro ya era una líder a los 16 años”
10/21/2013 - 11:04 AM
Se siente, por encima de todo, entrenador de baloncesto sin diferenciar ni estatus, ni categorías, ni sexos. José Ignacio Hernández, actual técnico del Rivas Ecópolis, abre memoria y corazón viajando a la esencia de un mundo del banquillo en el que se mueve desde los dieciséis años.
MIGUEL PANADÉS
“Quedé campeón de Liga y de Copa con el entonces Halcón Viajes – ahora Perfumerías Avenida - y desde el Área Deportiva de la Federación me propusieron ser entrenador ayudante de una selección de formación. ¿Sabes cuál fue mi reacción? De orgullo, de satisfacción por poder vivir una nueva experiencia en el baloncesto y seguir aprendiendo”. José Ignacio Hernández suele contar esta anécdota cuando coincide con entrenadores jóvenes. Intenta transmitir a través de ella su convencimiento de que los entrenadores se necesitan unos a otros para enriquecer experiencias, para transmitir conocimientos. Nunca se deja de aprender y las enseñanzas pueden llegar desde todos los orígenes. “Cuando voy como profesor al Curso Superior o doy clínics o charlas no sé si soy capaz de enseñar algo pero siempre salgo de ahí habiendo aprendido de los otros entrenadores”, confiesa un José Ignacio que recuerda sus primeros años como entrenador en el Colegio Teresianas en Salamanca. “En los ochenta en mi ciudad no había baloncesto de élite. Encontré en una entrenadora llamada Rosi Núñez la persona que me introdujo en el baloncesto, que me contagió su ilusión. Ahí formamos un grupo de entrenadores que recorríamos media España para ir a clínics, que nos pasábamos libros sobre baloncesto – no había Internet - y entre todos empezamos la “autoformación”. Luego llegaron los Cursos en la Federación de Castilla León y el Curso Superior en Madrid, en 1995. Aunque esos Cursos no tenían nada que ver con los actuales sí recuerdo un nivel de exigencia altísimo y una convivencia con otros entrenadores o con exjugadores de los que aprendí mucho”.
José Ignacio Hernández se tituló para poder ejercer en el Halcón Avenida de Salamanca con tan sólo 26 años tras haber estado como entrenador ayudante durante dos temporadas. Ahí inició una brillante trayectoria profesional que le llevó a conseguir títulos con su club, pasar de selecciones de formación a la Absoluta con la que consiguió entre otros éxitos un Bronce en un Mundial, a ser pionero en los entrenadores que ejercieron la profesión en el extranjero y, esta temporada regresar a la Liga Femenina en España en un equipo puntero como es Rivas Ecópolis. Una trayectoria extraordinaria en la que ha alternado con naturalidad dirigir en élite y en selecciones masculinas o femeninas de formación. “Yo soy Entrenador de Baloncesto y para mi esa condición no limita entrenar en profesionales o aficionados, en masculino o femenino, en equipos o selecciones, seniors o de formación. Me parece tan entrenador el primero como el ayudante por eso cuando Ángel Palmi me ha propuesto hacerme cargo de selecciones jóvenes siempre he aceptado el reto tan ilusionado y motivado como cuando lo he hecho en la Absoluta”.
Miembro de ese equipo de técnico que cada verano afronta nuevos retos con selecciones nacionales, profesor habitual del Curso Superior de Entrenadores, José Ignacio Hernández sonríe cuando oye el término Método FEB y se le pide una definición. “Se puede utilizar la terminología que se quiera para explicar lo que sucede en el Área Deportiva de la Federación Española pero en lo que respecta a selecciones que es lo que conozco perfectamente desde hace años puedo asegurar que el Método FEB no es otra cosa que el trabajo todo el año de muchísimas personas con el objetivo de que en verano los jugadores y jugadoras de todas las selecciones, desde las más jóvenes hasta las Absolutas, dispongan de las condiciones adecuadas para que puedan jugar su máximo nivel. Ese es el secreto y el gran mérito del Método FEB”.
Con incursiones puntuales en el baloncesto masculino José Ignacio conoce hasta el último detalle de todo lo sucedido en el baloncesto femenino en las últimas dos décadas. Lo ha vivido desde dentro y también con la perspectiva de hacerlo desde la distancia. Lo ha disfrutado desde la dinámica de club o de Selección. Sabe del valor de potenciar el talento de las jugadoras desde muy jóvenes convencido de que “las buenas” ya lo son en formación. “Cuando veo la irrupción de jugadoras muy jóvenes en la Liga Femenina me acuerdo de hace veinte años cuando ya se produjo un fenómeno parecido con jovencitas como Amaya Valdemoro o Elisa Aguilar, por citar a dos referentes de nuestro baloncesto femenino. Entonces, como también pasa ahora, no se fichaba grandes americanas o venían menos jugadoras europeas y los clubes se veían obligados a mirar más hacia las promesas de la casa. Recuerdo a Amaya Valdemoro, con 18 años de edad, metiendo 42 puntos en una semifinal de liga. Amaya ya jugaba en seniors con 16 años y ya era una líder. Esas oportunidades que tuvieron todas esas jugadoras les permitieron desarrollar su talento en la pista y convertirse en estrellas internacionales. Ahora vivimos una situación similar y deportivamente será muy interesante de cara al futuro”.
Se reconoce autodidacta por no haber tenido “la suerte” de haber coincidido de joven en una ciudad donde hubiesen entrenadores referentes a nivel nacional de los cuales poderse impregnar de conocimientos y, sin embargo, reivindica la importancia de esos entrenadores quizás menos conocidos para el gran público pero cuya labor ha permitido salir a otros que, como en el caso de José Ignacio Hernández, sí han tenido la oportunidad de destacar en el mundo profesional. “Mis influencias más importantes cuando empezaba procedieron entrenadores como Isidro Álvarez, Javier García o Tito Sobrín. Recuerdo también a la jugadora Taj McWilliams de la que aprendí mucho tanto por su experiencia en la pista como por su calidad humana. La calidad humana no es garantía de éxito pero la falta de esa cualidad en un equipo sí garantiza el fracaso”. Reflexiona Hernández y lo hace tanto de baloncesto como de valores. Estudió la carrera de magisterio para luego ejercer esa enseñanza en una pista de baloncesto y no en un aula. “No me fui tan lejos de mi intención inicial ya que ser entrenador también es ser educador”.