Por Jordi Román (El Mundo Deportivo) Lo malo de la Selección es que cada verano nos coloca en una nube. Una nube de audiencias millonarias, explosión mediática y popular e ilusión generalizada por el basket, de la que en los últimos años nos hemos caído triste e irremediablemente. Porque a medida que han ido pasando los años estos de la globalización, en el mundo del basket ha quedado del todo evidenciado que el verdadero tirón popular lo tienen, y con muchas cabezas de ventaja, las competiciones de selecciones. Los dioses de la audiencia televisiva así lo aseguran con contundencia, aquí, allí y hasta en China, donde sólo los partidos de la NBA de Yao Ming compiten en 'gancho'. ¿Que esto sea así es bueno, es malo o ni una cosa ni la otra? Lo que ustedes quieran, pero lo cierto es que es así, y a lo que esto obliga a algunos es a reflexionar por qué el resto del basket no engancha. Los locos del basket que aún sobrevivimos hemos soñado estas noches con que esta medalla de oro nos traiga de Japón los efectos que hace 22 años nos trajo la de plata de Los Angeles. No hace falta más que leer y escuchar a entrenadores, jugadores y ex jugadores. Hasta el entrenador del Tau, Velimir Perasovic, está convencido de que esto puede significar “un empujón” para el basket español porque recuerda que en su ex país, Yugoslavia, también pasaba lo mismo con cada éxito de la selección. Aquí, de lo de Los Angeles ha pasado sin duda mucho tiempo, pero quizás no el suficiente para que las cosas hayan cambiado tanto que no sea posible revivir aquel 'boom'. A partir de ahora todo queda en manos de la ACB y la Euroliga. Hasta el próximo verano, en que sí tenemos asegurado volver a vivir en una nube