Cuando las burbujas de las celebraciones por el título mundial de Japón apenas han dejado de espumear, el baloncesto español (en todas sus organizaciones) se enfrenta a una grave responsabilidad: no dejar pasar la fenomenal onda expansiva de la hazaña de Saitama. Aparentemente, se podría pensar que la tarea debería ser fácil. No es esa mi opinión. Entre 1984 y 1994 se produjo una ocasión histórica similar. Fue en el tramo entre los Juegos de plata de Los Angeles y los fracasos de Barcelona 1992 y el Mundial de Toronto 1994. Envidias ajenas y rencillas propias dinamitaron una secuencia que parecía encaminada a la consolidación del baloncesto como una alternativa seria y moderna al montaje futbolístico. Sin hacer una historia de culpabilidades que resultaría demasiado extensa, aquello que ocurrió en el ciclo 84-94 se puede resumir asÍ: incapacidad de gestionar el éxito. Existen puntos de curiosidad y morbo en el panorama. Con las compuertas del fútbol crujiendo ante una serie de dolorosas derrotas, más la fascinación que ahora despierta el baloncesto con su selección campeona del mundo, la incógnita se centra en cómo encauzar la nueva situación. Graves problemas internos y de perspectiva lastran a las grandes organizaciones futbolísticas, que en otras ocasiones han demostrado saber salir de las cuerdas con bastante gramática parda. Eventualmente, el baloncesto y sus cerebros no deberían mirar a la problemática de otros deportes, salvo para tomar nota de errores que se puedan evitar o aciertos a aprovechar. Estar al loro, vamos. Pero la responsabilidad del baloncesto, sus gentes y sus cuadros, reside en tomar conciencia de esa misma responsabilidad: el momento es histórico, aquí, en las selecciones, en la ACB, y en esa NBA, que va a comenzar el 31 de octubre con cuatro españoles campeones del mundo en acción: lo nunca visto desde Portland a Memphis, pasando por Toronto. Se deberían tener las ideas muy claras para que este exitazo no se convierta en el mensaje perdido en una botella. Gestionar el éxito es el reto. De la mano de la respuesta a ese reto nos llegará el futuro.