No se si escribo bajo los efectos del "jet lag". O afectado por las consecuencias de una sobredosis de felicidad. O instalado en el sueño más hermoso del que aún no me he despertado. En todo caso, apabullado por el recibimiento que Madrid, en representación de todo el resto de España, le ha reservado a los campeones. Atónito por ver abrir telediarios con imágenes de baloncesto. Halagado por las muestras de respeto/envidia de mis colegas "futboleros" una vez que piso la redacción. Asombrado porque en el bar, mientras me tomo mi primer "cafelito", oigo discutir a los parroquianos sobre si Jorge Garbajosa triunfará o no en la NBA . Creo que es la primera vez en mi vida en que no hay una conversación de fútbol a la hora de los churros y las porras. Divertido porque todo el mundo sabe ya de baloncesto, como desde hace unos meses de Fórmula Uno. Despistado porque mi portera por una vez no me ha gritado que no la pise el suelo recién fregado. Ha dejado la fregona en el cubo. Ha corrido a mi encuentro. Me ha dado un beso y me ha pedido que la explique que diferencias existen entre una defensa en zona y la zona de tres segundos. Desconcertado porque acabo de ir al mercado y el carnicero que siempre me pregunta por Beckham me ha dado una disertación sobre todas las posibibles soluciones quirúrgicas que existen para. y cito textualmente sus palabras: "La rotura del quinto "metamarciano" de Pau Gasol"... ¿Qué ha pasado en mi España, en mi Madrid, en mi Canillejas del alma? ¿Se han vuelto todos los locos? Sí, eso es. Esa es la explicación. Locos por el "basket"... y que dure.