Algunas fuentes sostienen que fueron nada menos que 80.000 los espectadores que el 4 de abril de 1968 se reunieron en el estadio Kallimarmaro de Atenas -el de mármol blanco, la sede de los primeros JJ.OO. de la Era Moderna (1896)- para presenciar la final de la Recopa entre el AEK local y el Slavia de Praga.
JUAN ANTONIO CASANOVA
Y que otros 40.000 se quedaron a las puertas del estadio, escuchando el partido por la radio. Otras informaciones rebajan las cifras a 65.000 y 10.000 o 15.000 respectivamente. Lo único oficial es que se vendieron 52.880 localidades. Y que el título que logró el AEK era el primero europeo en cualquier deporte para un equipo griego, de club o de selección.
Si se da por buena la cifra de 80.000 estaríamos hablando del récord mundial de espectadores en un partido de baloncesto. El tope de la NCAA está en los 78.129 de un Kentucky-Michigan State, el 13 de diciembre del 2003 en el Ford Field de Detroit. El de la NBA, en los 62.046 de un Atlanta Hawks-Chicago Bulls el 27 de marzo de 1998 en el Georgia Dome de Atlanta, para la que debía ser la última actuación de Michael Jordan en aquella ciudad. Aunque luego regresó con los Washington Wizards.
El AEK era un especialista en levantar eliminatorias a favor de un ambiente muy duro para los equipos visitantes, como pudo experimentar entre otros el Joventut (ver 20/II). En aquella Recopa 67-68, los atenienses remontaron en octavos de final al Kas de Vitoria (82-72 y 85-65), resistieron en cuartos en la pista del Royal IV Anderlechtois (76-54 y 74-54) y dieron también la vuelta a la semifinal con el Ignis de Varese (78-60 y 72-52). Obsérvese la enorme diferencia en los marcadores según se jugara en casa o en campo contrario.
En la final, los griegos dominaron el primer tiempo (47-38) y se recuperaron tras un momentáneo vuelco en el marcador (58-60, minuto 29) para acabar venciendo por 89-82 gracias a sus dos grandes estrellas, el escolta Amerikanos (31 puntos) y el pívot Trontzos (22). Tampoco falló la del Slavia, Zidek (31), seguido por Ruzicka (21). Amerikanos, que falleció en octubre del 2013 a los 71 años tras sufrir varios ataques cardíacos, explicó que el día de la final, que para él fue cuando “el baloncesto tocó el corazón de la juventud griega”, “había una sensación sobrecogedora; cuando salimos del vestuario a la pista quedamos completamente embriagados por el calor de la multitud, que al vernos enloqueció”.