La presencia del Quesos Cerrato Palencia en la final de la Copa Príncipe por segunda campaña consecutiva ha desatado la pasión por el baloncesto en una ciudad entregada a su equipo. Con Natxo Lezkano a los mandos, el conjunto palentino sueña ya con la posibilidad de llevar a sus vitrinas un título con el que cerrar el círculo perfecto tras una década de crecimiento constante.
PABLO ROMERO / ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB
La Copa Adecco Plata conquistada por el Quesos Cerrato Palencia en la campaña 2008/09 sueña en las vitrinas del club con un hipotético reencuentro con su hermana mayor, una Copa Príncipe que ha despertado el interés de toda una ciudad volcada con su equipo en el momento más dulce de su historia.
Y es que lejano queda ya aquel 2005 en el que el baloncesto profesional llegó a Palencia de la mano de una LEB-2 que permitió al Marta Domínguez vivir sus primeras horas de un vuelo cuyo exitoso destino era aún una incógnita. En menos de un lustro, la entidad presidida por Gonzalo Ibáñez fue capaz de pasar de los puestos de peligro a la conquista del doblete asumiendo el gran salto a la prestigiosa Adecco Oro. Con Natxo Lezkano al frente de un equipo al que llegó como salvador, el club asumió su papel inicial de Cenicienta en una competición que supuso todo un reto para la ciudad.
Así comenzaron diez temporadas de crecimiento constante redondeadas con un 2014 mágico en el que los palentinos se confirmaron como la oposición a los conjuntos más poderosos de la competición durante una campaña en la que fueron capaces de alcanzar tanto la final de la Copa Príncipe ante el River Andorra como la final del playoff por el ascenso ante Ford Burgos. Pero ni siquiera la mejor actuación en la historia del club pudo con la ambición de un conjunto que remodeló casi por completo su plantilla para poder dar un nuevo paso al frente en un 2015 que ha alcanzado ya su primer éxito con la disputa de la segunda final de Copa Príncipe consecutiva, en este caso, en territorio palentino.
La gran primera vuelta protagonizada por los de Natxo Lezkano se saldó con un total de diez triunfos que supusieron ya no sólo la clasificación sino también la organización de una cita que llegó a través de autoritarios triunfos como los cosechados ante los prestigiosos Ourense Bto, Ribeira Sacra o Ford Burgos. El liderazgo del incombustible Urko Otegui como jefe del vestuario espoleó a un plantel que alimentó su sueño a través del crecimiento de Xavi Forcada, el acierto de un Rafa Huertas que terminó poniendo rumbo a la Liga Endesa o el regreso de un Oliver Arteaga dispuesto a reconciliarse con el baloncesto en una ciudad por la que siente un cariño especial.
Un vestuario comprometido con un proyecto que buscará su enésimo paso al frente en la noche de un 30 de enero que quieren escribir con letras de oro en el libro del baloncesto de una ciudad que late con fuerza.