Magistral Porfi Fisac en su exposición sobre bloqueo central y contraataque, dos aspectos fundamentales en el baloncesto. Diseñó dos sesiones fundamentales porque en ellas explicó el qué, pero también el cómo y, más importante todavía, el porqué.
MIGUEL PANADÉS / ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB
Entramos en la segunda semana del Curso y los alumnos van notando la carga de contenidos en esa mochila del conocimiento que llenarán durante estos quince días para, una vez finalizada esta intensa inmersión baloncestística y en el reencuentro con sus respectivos equipos, ser capaces de seleccionar lo más adecuado a sus realidades. Porfi Fisac mostró calidad en el discurso tanto por el fondo como por la forma. Porque no hay que olvidar nunca que el entrenador, como el profesor, debe ser un buen comunicador de ideas y el nuevo técnico del Valladolid además de poseer riqueza en conocimientos posee facilidad natural para transmitirlos.
Su presencia estuvo en esta ocasión acompañada de un “grande” en la historia reciente del CES como es el muchos años tutor Mario Madejón quien le ayudo en el diseño de dos sesiones trabajadísimas. Ambos estructuraron una enseñanza progresiva de lo que debe ser un movimiento basado en un bloqueo central y poco a poco los jugadores fueron entendiendo tanto las ventajas como las razones. Las correcciones fueron las justas, las adecuadas, dejando que los protagonistas fueran descubriendo poco a poco las diferentes posibilidades de una acción del juego en la que no sólo intervienen bloqueador y bloqueado sino que implica al resto de jugadores para beneficiarse de esa primera ventaja adquirida.
Cuando de lo que se habló fue de contraataque hubo exigencia física y mental, fomentó la generosidad en el pase, “equipo buen pasador, equipo ganador”, afirmó y con ello invitó a los jugadores a mirar y que esa mirada tuviese profundidad de la pista, diferentes focos para, a partir de ahí definir las mejores opciones. Y en la mirada se detuvo y dirigiéndose a los entrenadores les aconsejó mirar a los ojos a los jugadores. Porfi, en la exigencia de la intensidad, alternó tonos de voz, recriminó y adoctrinó porque para él, con dureza o con cariño porque como repitió varias veces, ser entrenador obliga hacer siempre el trabajo al más alto nivel, en élite o en el colegio.