MIGUEL PANADÉS / ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB

Manteado por sus jugadores, empapado de sudor, de agua, de ilusión. Rafa Monclova ha disfrutado del baloncesto durante muchos años en todas las canchas de España, mandando, templando, organizando el juego desde la  pista e interpretado las consignas de sus muchos y diferentes entrenadores. Pero ahora tuvo que ponerse a un lado y desde ahí guiar a un grupo de jugadores cadetes, cinco de ellos de primer año, que se han comportado en el campeonato como auténticos veteranos, que supieron superar los cruces con ese talento con el que se nade y que se desarrolla en cada una de las sesiones de entrenamiento en la búsqueda de la mejora individual y colectiva. “Me siento muy orgulloso de todos ellos y especialmente de su capacidad para superar la presión, para saber resistir las acometidas de rivales de gran nivel como el Barcelona en las semifinales o Peixegalego en la final. Ir por delante en el marcador y saber reaccionar sin descomponerse cuando el rival de nivela el marcador es un síntoma de gran personalidad,  del carácter necesario para poder jugar a baloncesto”.

Orgullo en sus palabras y satisfacción por haber sabido interpretar un partido que necesitaba de esa intensidad defensiva e inteligencia ofensiva, de esa apuesta por un baloncesto que alternó ritmos y que supo incorporar las suficientes dosis de corazón y cerebro para acabar escuchando la el “We are the Champions” tras la final.